Quien tiene
la palabra es el Juez Letrado don Carmelo Pertuzzi.
Tiene casi
80 años. Nació en Contreras y a los 18 partió rumbo a la capital a estudiar en
Facultad de Derecho. Por problemas familiares tuvo que volverse al pueblo habiendo
cursado solo hasta tercer año. Como la ley permite que en pueblos como ése el
juez no esté recibido ni haya hecho carrera en la magistratura, consiguió ese
puesto y ya lleva casi 60 años cumpliéndolo.
Es muy
conocido en el foro de todo el país, inclusive en la capital, por su peculiar
forma de impartir justicia. No le da mucha pelota a las leyes sino que falla
por lo que él piensa que es justo y chau. Una de sus anécdotas más conocidas es
de la década de los 90. Ya hacía varios años que se había aprobado un Código
General del Proceso para toda la República. Fue un ejemplo de ley procesal para
todo el continente: una ley que establece cómo se tramitan todos los tipos de
juicios, qué pruebas se admiten, qué recursos se pueden interponer, etc. Esto
supuso una reforma que fue muy novedosa, y vino a revolucionar todo el ambiente
judicial del país. Tenía muchos cambios respecto del régimen anterior por lo
que debieron darse cursos y charlas y se editaron cantidad de libros explicando
las novedades. 10 años después de entrar en vigor, un abogado de la capital le
regala una edición del C.G.P. de tapa dura al Juez Pertuzzi. Precioso ejemplar,
de esos que adornan lindo la biblioteca. Unos meses después, se vuelven a
encontrar y el Juez le comenta: “El Código ese que me regaló… Interesante el
librito.”.
Es el último
juez lego que queda en el país. Y hoy está enojado.
Es lógico
que esté enojado: es media tarde de un domingo de febrero y al hombre lo
convocaron por un asunto penal. Esa es la macana del Juez Letrado en el
interior: tiene que ocuparse de todas las materias y por tanto está de turno en
materia penal.
- “Domínguez Acosta, Carlos J. – Lesiones
personales –“, recitó el policía leyendo la carátula del expediente.
- ¡¿Carlitos?!
¿No lo habíamos declarado inimputable ya?
- No, Dotor.
– Obviamente que lo llaman Doctor aunque no es abogado. En el interior igual le
dicen Contador al que estudia 6° año de Economía en Bachillerato. -. - Es lento pero no llega a
retrasado.
- Bueno, a
ver, cuentemé qué hizo ahora. Pero sea rápido.
El milico
del pueblo, que como buen milico le gustan los formalismos y como buen milico
de pueblo donde no pasa nada le encanta darle color a todo, empezó:
- Mire
Dotor, lo que tenemos acá es la acusación del Ministerio Público a instancias
del damnificado contra Domínguez Carlos…
- Carlitos.
- Sí,
Carlitos. De haberle provocado lesiones graves en omóplato izquierdo, hombro
izquierdo, nuca y zonas aledañas al damnificado.
- Pero, esto
¿a qué hora fue?
- A las
11:48 de la mañana, Dotor.
- ¿Y a esa
hora no estaban todos en el partido de fútbol de la Liga Amistad?
- Es
correcto Dotor, fue en el marco de esa justa deportiva entre Contreras y Coronel Aguirre que se sucedieron los
hechos.
La Liga
Amistad es un campeonato de fútbol amateur donde compiten todos los pueblos del
departamento. De “amistad” tiene muy poco pero lo de hoy fue algo insólito.
- Muy bien.
Ya me cagaron el domingo. Haga pasar a los testigos.
Uno a uno
fueron desfilando los 22 titulares, suplentes y directores técnicos de ambos
equipos a declarar, calientes como un chivo todos porque hacía más de dos horas
que tendrían que estar comiendo el asado post partido y estaban demorados en el
juzgado por un pelotudo.
Todos
coincidían en afirmar que efectivamente el indagado (Carlitos para los del
pueblo, el retrasado mental del 4 para los del equipo rival) de la nada se la
había agarrado con la víctima, prendiéndosele desde atrás a piñazos y
mordiscones.
El Juez ya
no tenía ninguna duda de los hechos pero no podía entender. Carlitos era un
buen pibe. Cortito, pero bueno. Y para peor lo iba a tener que procesar con
prisión. El pajero de Carlitos tenía antecedentes. Por ultraje público al
pudor. Los pelotudos del bar lo hicieron pelar la chota una tarde en la plaza
del pueblo y justo pasaba por ahí la maestra, quien, como funcionaria pública,
tuvo que denunciarlo.
- Oficial,
haga pasar al indagado.
Carlitos,
como todo el resto seguía con la camiseta del cuadro puesta, número 4 en la
espalda. A diferencia de todo el resto él seguía con los zapatos de fútbol
puestos y al entrar a la sala de audiencias casi se resbala y se mata.
- Sentate
ahí quietito, Carlitos, y contame qué pasó.
- Nada,
Dotor, uno hizo lo que se le pidió. El partido venía trabado y era cuestión de
meter un gol y colgarse del travesaño. Encima nos faltaba gente así que si le
sacábamos un empate era un buen resultado. Nosotros ganábamos un punto y ellos
perdían dos. Pero el partido se empezó a dar vuelta y los teníamos ahí. Estaba más dulce que salado para nosotros.
- Marita, no
tomes nota de esto. Carlitos, ¿vos sos boludo? ¿De qué me hablás? Lo mataste al
petiso de Coronel Aguirre.
- Sí, Dotor,
pero la culpa la tienen Vargas, Estévez y el Director Técnico, Antúnez.
- Ah sí, no me
digas. ¿Y cómo es eso? Estévez no vino a declarar porque me dijeron que está
enfermo.
- Usté sabe
que en la Liga Amistad la intención es que juguemos todos. Y Estévez es el
suplente de Vargas, el lateral izquierdo. Como le digo, es culpa de Estévez que no vino porque
está en cama.
- Sí, ¿y
entonces?
- Y la cosa
Dotor es que va Vargas y se lesiona a los 30 del segundo tiempo.
- ¿Y qué
tiene todo eso que ver?
El Juez ya
se salía de sus casillas y tenía ganas de zamarrear al boludo de Carlitos.
- Que en eso
va el D.T. y me llama a mí para entrar en lugar del lesionado Vargas.
- Ajá.
- Y usté
sabe que yo soy un lateral más bien de marca, más de morder, cortar y entregar.
- Sí,
Carlitos, sé que sos un lateral raspador.
- Y la verdá que no tengo mucha llegada como quien dice.
- No, claro, se entiende.
- Pero como le dije, el partido se había puesto lindo pa' nosotros.
. Había que salir a buscarlo, imagino.
- Y la verdá que no tengo mucha llegada como quien dice.
- No, claro, se entiende.
- Pero como le dije, el partido se había puesto lindo pa' nosotros.
. Había que salir a buscarlo, imagino.
- Exacto. Entonces
ahí, Antúnez, el ténico, lo conoce a Antúnez, ¿no?
- Sí,
Carlitos, lo conozco a Antúnez.
- Ahí va.
Entonces Antúnez me agarra y me dice bien clarito antes de entrar: agarralo al
petiso que juega de lateral derecho, ¿lo ves?, al 15, ¿lo ves bien? Bueno, agarralo y comele la espalda. ¡Comele la
espalda!
La diferencia entre un marcador y un caníbal...
ResponderEliminarmenor de la que pensamos.