jueves, 21 de noviembre de 2013

Ahora camina distinto

Por fin llegó el día. Lo venían a ver del club de la capital y había que demostrar.
No había pasado mucho tiempo del debut en primera. Tenía casi tantos nervios como aquella vez. ¡Cómo anduvo ese día! La rompió. Y él lo sabía. Pero ahora la presión era más grande.
Toda la temporada la hizo de goma: la descosió, la amasó y la volvió a coser. Y con cada moña un sueño. Con cada caño una ilusión. Y con cada definición contra el palo un paso hacia cumplir esos sueños. El club de la capital primero. Con eso, para todo el pueblo ya estaría cumplido. Pero él era más ambicioso. Si llegaba a jugar en un cuadro grande, en una de esas, otras buenas temporadas como ésta y  - por qué no - el pase al exterior. Sabía que no era fácil, que muy pocos se iban. Y muchos menos llegaban a Europa.


Pero él tenía esperanzas. ¿Por qué no habría de tenerlas? Desde chiquito se había destacado con la pelota. Pero desde que debutó en la primera del Club Atlético Pororó se convirtió en el ídolo del equipo que acaparaba la mitad de los hinchas locales. Un cuadro que alternaba regularmente los campeonatos del pueblo con el Club Lagrimal de Fútbol pero que venía de una sequía importante; varios años sin conseguir un campeonato que significaba una eternidad en bromas del clásico rival.
Todo cambió con su llegada a Primera. El Pororó, el cuadro de sus amores, aquel del que lo hizo hincha su abuelo y al que llevó a probarse su tío, volvía a salir campeón de la mano y los pies suyos.


Pero no habían sido todas buenas. Con las buenas actuaciones llegaron los elogios y con ellos la altanería.
Él sabia que se hablaba de que se había agrandado y también era consciente de que se había agrandado. ¿Qué iba a hacer? Era un pueblo chico y todos hablaban de él. Y todos lo saludaban en la calle. Y le regalaban cosas. Y le pedían autógrafos. Y para muchos era un crack y para otros era un sorete mal cagado, agrandado y pecho frío.
No le importaba lo que dijeran. Su meta era dedicarse a eso y pegar el salto al fútbol europeo.

Por suerte la tenía a Paola. La amiga de la infancia que de un momento a otro dejó de serlo. Con ella y el Gordo alcanzaba. Eran inseparables los tres. Y el Gordo le bancaba todas. Era el fiel escudero, pierna para todo, que con gusto se dejaba ser objeto de chistes para que a su amigo le rieran las gracias.


La única contra del Gordo es que era hincha del Lagrimal. El Gordo era un patadura. Un clásico voluntarioso que había llegado a jugar en primera (siempre dentro del pueblo) en un cuadro de los mal llamados “chicos”, el fusionado Comezón Sporting. Dos veces por año se enfrentaban y el Gordo se dejaba, más que nunca, hacer todos los caños, moñas y pisadas posibles para que él se luciera.
Y que le gustaba Paola. Era inevitable. A lo que pegó el estirón la Pao se puso fuerte del todo. Linda como entrar a un pelotero de grande. Y también fue inevitable que lo eligiera a él a principio de esa temporada. El Gordo nunca lo había ni siquiera sugerido pero era obvio que le gustaba. Pero ella lo eligió a él y cuando se juntaban los tres hablaban de los planes que tenían cuando lo fichara un equipo de la capital; cómo se iban a ir a vivir a la ciudad y “obvio Gordo que te vas a tener que comprar un ‘jetra’ porque vas a ser testigo en el casamiento” y “espero que nos puedas ir a visitar cuando vivamos en Europa”.
*********
La recuperación fue larga. Solo para volver a caminar le llevó varios meses y más de dos operaciones. La lesión fue durísima pero ya ni recordaba el dolor. Fractura expuesta de tibia, peroné y rotura de ligamentos. La renguera que le había quedado hacía que los chiquilines se rieran de él. Ahora tenía un clavo en la pierna y lo recordaba cada vez que iba al supermercado del pueblo desde que a los dueños se les ocurrió instalar un detector de metales en la puerta. Por suerte nunca tuvo que pasar por un aeropuerto, aunque la lesión por lo menos le permitió conocer la capital. Lo operaron en un hospital de allá.
De ese día solo recordaba el primer gol que le había hecho al Comezón y haber visto de reojo a los dos tipos de elegante sport que habían llegado en una coupé para ver si lo fichaban. Después, solamente los ojos entrecerrados del Gordo cuando lo iba a encarar y los labios mascullando una frase:
- Ahora sí vas a caminar distinto.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Libertad

Manolito cumplió un año hace poco. No quiero pecar de anticipado pero creo que ya es momento de ir pensando en su futuro.

Quizás sea un poco apresurado pero a esta edad ya van mostrando cuáles son sus intereses. Se los ve si les gusta la pelota o los libros, la música o las manualidades, etc.


No quiero trasladarle mis frustraciones. Dicen que es de las peores cosas que un padre puede hacer. Pero no estaría nada mal que saliera futbolista o músico. "¡¡¿¿Músico??!!" - dice mi señora - "ah, no, que tenga un trabajo decente". Vivir de la música es de lo más honroso que hay, le contesto yo. "No, no, que tenga un trabajo normal.". Bueno, ya veremos. Al parecer no soy el único que está pensando veinte años para adelante.


["¡¡Juan Manuel!! Te dije que ahí no"] 


Pucha. Perdón la interrupción. La bestia empezó a caminar y se acabó la paz. Ya me veo que me van a empezar a llamar tipo radiotaxi: vimos a Manolito en la Rambla, cjjj, Avenida Italia y Coquimbo, cjjj, clave 6, cjjj, 4, 3.



Igual esto ya venía de antes. El loco hace los 100 metros gateando en 10,8 segundos. Es el Usain Bolt del gateo. No hay quien lo agarre y no soporta que nadie lo haga. Manolito no tolera nada que le ponga el yugo y coarte su libertad ambulatoria. Me lo dijo con esas palabras. Espero que no me salga abogado.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Partido chivo

La zoología y el fútbol están emparentados. O por lo menos uno tiene referencias de la otra. Que el lateral derecho por lo general es un burro. Que el 5 mete como caballo. Que son unos perros y hay que mandarlos al matadero. Que se vayan todos.

Un partido chivo es aquel que de antemano se presenta como muy difícil de ganar o que termina siendo duro, trabado, luchado. Feo por lo general.

No fue por ninguna de estas características que el partido de ese domingo quedó en el recuerdo de todos. Tanto que se celebra todos los años con un gran asado. Obviamente que el que no puede ir nunca es Pancho porque le coincide con su aniversario de casado.

En los papeles sí pintaba para ser un partido complicado que, de ganarse, iba a quedar en el mejor de los recuerdos. Si se perdía o empataba era lo mismo: se casaba el Pancho la noche anterior y el domingo de mañana había que estar todos, en el estado que fuera. Y el rival no había aceptado cambiar la fecha del encuentro por lo que, a pesar de no tener antecedentes contra ellos, se generó una enemistad incendiaria y existía la esperanza de llevarse una victoria con ribetes épicos.

Pero no. A los veinte minutos ya perdíamos dos a cero y la cosa estaba liquidada. El rival se floreó y por suerte levantó la pata en el segundo tiempo, si no, nos comíamos ocho.

De todas formas, ¡hay que ver cómo llegamos esa mañana! A la mayoría solo nos dio para pasar por casa, levantar la ropa, tomar un café y arrancar para la cancha. Alguno más responsable llegó a dormir dos horitas. Las caras que iban apareciendo daban cada vez más lástima pero teníamos tremenda manija de ganarle a estos soretes que no nos cambiaron el partido. Los tenemos que pasar por arriba. Victoria. Épica. Gloria. Lo que cualquier futbolista desea. En cualquier circunstancia. Sobre todo si está en pedo.

Todos sabíamos que ese domingo podía pasar cualquier cosa. Lo que nadie esperaba era ver aparecer a Dieguito con la rubia.

En el casamiento la mayoría había andado bien (salvo el pendejo boludo que se mamó y dijo que la que estaba buenísima era la de blanco, en clara referencia a la novia, y que nadie más volvió a ver nunca) pero Dieguito, como siempre, la descosió.

Punterito, goleador, de pique explosivo, gambeta endemoniada y remate potente, Dieguito pudo haberse dedicado al fútbol profesional, pero le gustaba bastante el chupi y los padres lo habían hecho seguir los estudios. Ahora, si bien no era de los más viejos ya cargaba varias temporadas y algunos descensos a sus espaldas pero seguía siendo el jugador más desnivelante que teníamos.

Y era fachero así que no nos extrañó que a la primera canción después del vals ya se estuviera conversando a la amiga de la novia que estaba más buena que todas.

Él hubiera pretendido llevársela a un telo y dejar a todo el cuadro tirado pero ella no aceptó pasar lo que quedaba de la noche con él. Sí aceptó ir a desayunar a un restorán de comida rápida y acompañarlo al partido. Mejor para nosotros porque, en las condiciones en que estaba el cuadro, Dieguito era el único, incluso borracho, que podía hacer un gol y después metíamos la bañadera atrás.

La rubia tenía la misma cara de resaca y poco sueño que todo el resto del plantel pero estaba impecable. Y ahí se tiró, a un costado de la línea de cal, cerca del córner, al solcito, nadie sabe bien a qué.

El partido para Dieguito se acabó a los 15 minutos. Y con eso cualquier posibilidad de cogerse a la rubia. Pero inauguró la celebración del asado aniversario por el "partido chivo" cuando al segundo pique contra la raya tuvo que seguir para afuera y terminó vomitando encima de las botas recién compradas de la rubia.

jueves, 29 de agosto de 2013

Una siesta

Manolito duerme poco. Y los padres menos. Tiene 10 meses y se despierta entre 3 y 8 veces por noche. 

Mis ojeras me llegan a la pera. Me cuentan que a mi mujer la ven dos por tres caminando sonámbula en el trabajo. Que una vez se dio de frente contra una columna y ahí mismo empezó a cantar ♫ Arrorró mi niño ♫

Debo reconocer que ella la lleva peor que yo. Mis acudidas ante la emergencia se dan porque me quedé despierto escribiendo boludeces. A partir de las 4 de la mañana a mí no me despierta ni el Enano de la Vela cantando a capella en mi cuarto así que es ella la que duerme salteado.

Ya probamos de todo pero nada funciona. 

La doctora nos recomendó ponerle un poquito de tilo en la mamadera. "¡Lo están drogando!" dijo, escandalizada, mi suegra. "Si es natural dale lo que sea" dijo la liberada de mi madre. "Callá a tu vieja" dijo mi mujer. 

"Seguramente el cuarto no está dispuesto según las reglas del Feng Shui", sugirió alguien. No, seguro que no maestro. Probamos moviendo la cama de lugar tal como indica el mail que viene circulando desde el año 1128. Tampoco sirvió de nada. Por lo menos hicimos lo correcto, reenviamos el mail y la desgracia no se cernerá sobre nuestra familia. 

Nos recomendaron que hiciera actividades. Que cansándolo va a dormir toda la noche seguro. Ya es goleador en churrinches pero se sigue despertando la misma cantidad de veces. Y no hay Parabiago tan chicos todavía.

Que cene fuerte así se va a dormir pesado comentó algún amigo. Ni dos choripanes ni un plato de cazuela de mondongo lograron el efecto deseado. Todo lo contrario. Se despierta de los gases.

A medida que van pasando los meses se vuelve más grande y va quedando despatarrado cuando lo arrullo, con las piernas y los brazos colgando. Mato el tiempo hasta que se vuelve a dormir pensando en cómo será mecerlo en brazos cuando tenga 18. Me hace acordar al hijo de la Oreiro que tiene como 5 años y toma la teta de parado.

Manolito tiene diez meses, duerme poco y yo menos. Pero la mayoría de las veces que se despierta sólo necesita saber que estoy ahí. Y eso compensa todo. 

sábado, 20 de julio de 2013

Rayuela

Hace poco, después de mucho tiempo volví a ver una rayuela. Hacía años que no veía una pintada en el piso.  ¿Será que los niños de ahora no quieren llegar al cielo?

Si es así, ¿qué pasa que la iglesia católica apostólica romana no llega a nuestros infantes?

El que sí se fue al cielo hace poco fue John Lennon. Se ve que se tomó el directo  Infierno – Cielo sin escalas (creo que es el D2, pero no estoy seguro, hace tiempo que no voy para ahí) gracias a la voluntad divina de los representantes de Dios en la Tierra. Parece que el Vaticano, después de más de 40 años lo perdonó por haber dicho en 1966 que los Beatles eran más famosos que Jesucristo.

Se pasaron los bati-algo ahí. Si el John tenía razón…  ¿Cómo no quieren que su mensaje no llegue a los mortales, a los simples terrícolas con ese tipo de declaraciones pelotudas?

Volviendo a la rayuela: yo era muy bueno en ese juego, salvo que nunca podía llegar al final. No sé si era un tema de puntería con la piedrita o es que ya de chiquito me traicionaba el subconsciente.

La cuestión es que ya no se ven botijas jugando en la calle. Ya no se escuchan diálogos como cuando uno agarraba la pelota en medio de un contraataque fulminante “- ¡Perá, perá! – ¡¡¿Qué cobrás?!! – Auto” (no sé si es típica frase de fulbito en la calle, pero era lo que decíamos nosotros y que la usábamos en situaciones comprometidas como un contragolpe voraz del equipo rival: se agarraba la pelota con las manos alegando “Auto” obligando a detener el match) o “no vale chumbiar”.

Si seguimos así, si se acaba el fulbo en la lleca, este país se va al bombo; habrá un descenso en las exportaciones tan drástico que la reciente crisis de los subprime va a parecer la pequeña lucha diaria por llegar a fin de mes que sufrimos todos. Este país (¡¿qué digo este país?! debería decir eh….. ¿un par de tránfugas?, mejor dejo “país”) no se puede dar el lujo de dejar de vender guachitos pateadores de pelota de menos de 20 años al exterior. Si este producto escasea, ¿cómo nos va a conocer el mundo después? ¿cómo dejaríamos de ser un ignoto territorio en vías de desarrollo si no hay Tabareses Silvas, Marujos Oteros, Nicos Oliveras y Marcelos Zalayetas agarrándose a las piñas en boliches españoles, o Gustavoses Munuas dejando internados a compañeros de equipo?

Retomando la cuestión de por qué las futuras generaciones de este bendito país ya no juegan más en la calle, por lo menos hasta que se haga la nochecita dele señora no sea mala déjelo bajar un ratito: ¿qué es lo que pasa? ¿Será que los maestros mandan más deberes y por alguna mutación genética ocurrida en la última década, los educandos vienen más responsables?  Mandar más deberes significa corregir más y con el sueldo de mierda que ganan los maestros, y a menos que vayan por la huelga japonesa (producir más de lo que el empresario puede vender. ¡Chau! los tataka son unos cras, esa acá no corre ni en pedo, es porque estamos taaaaaaaannnn lejos, en el mapa digo) no es buena estrategia gremial. Y según dicen, los niveles de reprobación crecen año a año. Así que no puede ser el aumento en “la tarea” la explicación de esto.

¿Tendrá algo que ver la sensación térmica de inseguridad? Esa se la llevo, puede ser, no le voy negar que no si sí.

El más moderno baby-sitter, sustituto de los padres: la/el plei esteiyon y/o similares, ¿no jugarán un rol importante en todo esto? Aunque nosotros teníamos el Family y todo bien, pero preferíamos andar callejeando. Y la tele, ni que hablar. Avísenle a la Iglesia que por cada 5 niños que saben quien fue Jesús, hay 58 que prefieren a Patito Feo. Hay que excomulgar a todas las divinas, ¡¡ya!!


El otro día volví a ver una rayuela pintada en la calle y una nena saltando en una pierna intentando llegar al cielo. Se me escapó una sonrisa y seguí caminando.

viernes, 17 de mayo de 2013

Tierra adentro


El loco volvía a su casa. Cansado, sudoroso. Pero contento. Tras muchos años el pueblo sacudía su modorra. La forestal multinacional había empezado a funcionar: plantación de montes, obras de aserradero y un vivero. Había trabajo para todo el pueblo y para tres pueblos más como ese. Por una vez los políticos habían cumplido sus promesas.

Algunas voces se habían alzado pero eran los menos: los viejos que no aceptaban los cambios y no entendían nada. Atrás quedarían los días de sentarse en la plaza a hacer nada, o ver ese mismo espectáculo por televisión.

Llegó con el atardecer después de caminar los 4 kilómetros que lo separaban del pueblo.

En la puerta, como siempre, sentado en un banquito, el viejo. Amargueando dulcemente.

- Sáquese esas botas sucias pa’ntrar al rancho.

- ¿Pero qué dice abuelo? Si el rancho tiene piso’e tierra. Ej’una mugre.

- Mire m’ijo. Sepa esto y grábeselo en esa cabecita suya: esa mugre que usté dice adentro’el rancho,  esa tierra, es nuestra tierra.

miércoles, 10 de abril de 2013

Cuánta cosa en la vuelta ¡¡¡eh!!!


Pasó el verano y pasó la Semana de Turismo. Y yo había escrito una nota como corresponsal en la costa que ningún periódico tuvo a bien publicar. No entiendo por qué, pero acá se las dejo:

El otro día metí playita… Se sabe que segunda quincena de enero o incluso febrero no hay nadie en la playa. Pero el veraneo en esa época es más barato que las primeras dos semanas del año que es cuando sale todo el mundo y los viáticos con que contábamos para realizar este estudio titulado “La costa este uruguaya en la primera quincena del año: un estudio multidisciplinario desde una óptica antropológica, sociológica y zoológica” eran muy exiguos y por tanto el resultado fue lo que sigue, que no llegaría ni a llevar el nombre de “Cuánto culo en la vuelta, ¡¡¡eh!!!”.

La cuestión es que había una galería variopinta de personajes que nunca me hubiera imaginado. Cada uno merecería una entrada independiente, pero se acaba el verano, no dan los tiempos y los posts perderían actualidad con su consiguiente descenso de las 10.500 visitas diarias que tiene este blog, y no es lo que nuestros espónsors quieren.

Ahora bien, siendo las 17:00 hs. de un sábado (había llegado en un Rutas del Sol a las 23:00 hs. del viernes, me bajé del mismo y me dije a mí mismo: “A esta hora ceno y me voy a tomar una copa a la discoteca de moda”, con un resultado pésimo: el restaurante estaba cerrado. Resulta que abren 00:30 porque antes de esa hora no hay nadie en la vuelta; todos subieron de la playa a las 22:00 y se echaron a dormir la siesta -  ¡¡¡parrrdón!!!: ¿qué estuvieron haciendo antes? ¿Acaso la playa no fue hecha pa' dormir la siesta? -. Pensé entonces: "me voy directo a la voite…". Tampoco hubo caso. Terminé cenando a las 03:30 y me fui a dormir sin mucho dancing a las 7:00 y todavía faltaban dos horas para que la disco se llenara). Después de tanto paréntesis conviene arrancar de nuevo así que, siendo las 17:00 hs. del sábado ya, me fui a la playa de onda y me encontré con todos los personajes que uno pudiera imaginar y que paso a enumerar en este somero reporte que quiso ser ponencia de grado:

Estaba el grupo de flacos que había terminado la noche a eso de las 11 de la mañana y se la habían jugado a bajar a la playa porque ya habían pasado 10 días encerrados y tenían que volver a la capital a estudiar. Se los reconocía por ser entre quinceañeros y veinteañeros, estar de vaquero (mojado en la parte del culo porque se les ocurrió la genial idea de bañarse en el mar en calzoncillos y su distorsionado sentido del recato les indicó volverse a poner el pantalón), blancos como paré barata pintada a la cal y puesta al sol (o colorados como un tomate si llegaba a ser el segundo día en desplegar tan brillante idea).

Estaba también el grupo de minitas que sin lugar a dudas se había equivocado de balneario. Si situáramos esto en Punta del Este, estarían reventadamente hippies y si fuera en La Pedrera estarían asquerosamente pitucas para el lugar y/o queriendo ser hippie chics. Dentro de este grupo está la amiga que está más fuerte que el resto, y que lo sabe.

Estaba el grupito de surfers en una playa sin olas. Ta todo más que bien con los surfers, pero nada bien con los que se hacen los surfers.

Estaba el intelectual del grupo, leyendo un libro mientras sus amigos juegan a ver quien le saca la mejor foto a un culo con el celular o quién se tira el pedo más fuerte.

Estaban los salvavidas que antes del verano son funcionarios públicos y durante el verano son modelos de Ricardo Piñeiro (Pancho Dotto no trabaja con hombres).

Estaba el grupo de estudiantes de agronomía, que no hace falta que vayan con bota de suela a la playa pa' reconocerlos pero que si fuera por ellos lo harían.

Estaba la pareja de veteranos que saben que están totalmente desubicados pero ellos “van al Cabo desde que el Cabo es el Cabo”.

Estaba el de la guitarrita que pasa toda la tarde ensayando (tocando todas las canciones por la mitad) esperando al momento justo de la puesta de sol para meter algún “Rasguña las piedras” o algún tema de Tango Feroz.

Estaban los muchachos del fasito que se fueron a armar uno atrás de las dunas “para no marcar” (¿no se dieron cuenta todavía que el faso hiede, se sabe que hiede y se sabe cómo hiede y hasta a la señora mayor le gusta cómo hiede?).

Estaba el rompe huevo del perro rompe huevo, de los hijos rompe huevos, de la sombrilla voladora rompe huevos y la mujer rompe huevos.

Y por último estaba el grupo de los “deportistas” que juegan a que la pelota caiga lo más cerca posible de la minita que sabe que está más buena que las amigas para llamar su atención (cosa que nunca van a lograr de esa manera, flaco, ¿alguna vez viste que una minita por la calle se fuera derecho a un telo con el obrero que al pasar por el edificio en construcción le gritó "con ese culo te invito a cagar a casa"? Bueno, lo mismo), y que en el interin llenan a media playa de arena, incluyendo el libro del intelectual y el mate de los estudiantes de agronomía, lo que desemboca en una trifulca desproporcionada, una batahola espectacular, en definitiva la debacle total: una batalla campal en la que participan los flacos que terminaron la noche a las 11 de la mañana y que justo se levantaron y no entendían nada pero se comieron una de garrón y se engancharon, el grupo de amigos del intelectual que les encantan las roscas y esperan seguirla esta noche (que empieza a las 5 de la mañana. Estos guachos están locos…), las minitas que se equivocaron de balneario tratando de separar porque justo la gordita del grupo había estado conversando con uno en el boliche y habían quedado de seguirla tomando unos mates en la playa de onda, los salvavidas que se creen funcionarios públicos cuando les conviene, el grupo de surfers que no eran surfers sino flacos comunes y corrientes como los amigos del intelectual y que por tanto también les gusta agarrarse a la piñas, el masculino integrante de la parejita de veteranos porque eso no pasaba en el Cabo cuando el Cabo era el Cabo, el perro rompe huevos, su dueño el rompe huevos y la mujer rompe huevos y uno de los amigos del de la guitarrita que espera hace cuatro años para deshacerse de la guitarrita de su amigo. Los del faso quedaron colgados atrás de las dunas.

Como conclusión: en la playa 'tan todos locos, pero cuánto culo en la vuelta ¡¡¡eh!!!

martes, 2 de abril de 2013

Merienda

Soy millonario. 

No tengo ningún problema en decirlo. Ya sé que muchos me dirán agrandado. Los treintañeros como yo dirían "pillado". Pero allá ellos. Lo que tengo me lo gané yo solo, con mis manos. Bah, más bien con mi pienso.

¿Qué cómo fue que hice tanta plata? Hacer plata no fue difícil. Vendí una idea por varios millones. Lo complicado fue darle forma a lo que estaba en mi cabeza.

¿Que cuál fue esa idea? Vaya a su cocina y mire cuál es el objeto más maravilloso, increíble  útil y sofisticado que encuentra. No, no es la puerta del horno que es una pantalla conectada a la televisión por cable que le permite mirar una película y acrecentar su cara de bobo mientras mira cómo se cocina ese pollito. Mire para el otro lado. Exacto! Esa misma! 

La "heladera inteligente" es creación mía. Obviamente que yo no la bauticé así. Yo le puse "Marita" pero el saber popular derivó en eso una vez que mi invento se instaló en casi todos los hogares del mundo.

La idea se empezó a gestar en mi cabeza en los primeros años de facultad. Toda la vida viví solo y siempre fui un desastre. Pagaba todas las cuentas vencidas y con recargos. Me iba de mi apartamento y dejaba la puerta sin llave y el aire acondicionado prendido un fin de semana entero. Dejaba ropa lavada en el lavarropas por tres días hasta que cuando me acordaba había agarrado tal olor a humedad que la tenía que mandar al lavadero. Y así podría seguir por horas.

Pero lo que más me calentaba era el tema de la comida. No soy un sibarita pero me revuelvo en la cocina; pero necesito que me digan exactamente qué tengo que hacer. Pero como vivía solo (y lo sigo haciendo) no tenía quién lo hiciera. Entonces tenía la heladera llena después de un caro surtido en el supermercardo pero nunca usaba nada. Nunca sabía qué había en la heladera y el sábado encontraba unos morrones que qué bien le hubieran ido a los fideos con queso del lunes. Obviamente a esa altura los morrones estaban pasados y con ellos terminaba tirando la mitad de las cosas que había comprado porque se pudrían antes de que las comiera.

Ahí fue que me di cuenta lo que precisaba. Y terminó siendo la génesis de "Marita" o "la heladera inteligente". Un programita que básicamente supiera qué elementos había en la heladera y qué se podía hacer con ellos.

Empecé ideando una suerte de etiquetas: uno ingresaba por ejemplo agua, jugo, cerveza y leche en la heladera y le ponía la etiqueta "tomar", "beber" o algo similar. Eso quedaba cargado en el sistema por lo que cuando uno preguntaba "¿qué hay para tomar?", el programa contestaba que había agua, jugo o leche (en mi versión personalizada está la etiqueta "chupar" para la cerveza).

El siguiente paso fue introducir recetas para que la bicha supiera cómo combinar los ingredientes que tenía cargados, a los cuales se le agregaron los que se guardan en la alacena, porque ¿quién guarda los fideos en la heladera? 

En definitiva, la primera versión era muy parecida a la que salió primero al mercado y que previo algunas actualizaciones que le ha ido introduciendo el fabricante, contesta a la pregunta básica que yo me hacía cada vez que llegaba a casa: "¿Qué hay de merendar?". Y ahí estaba, una voz amiga para quienes estamos solos, que nos decía "café con leche y galletitas. O con los huevos y un poco de harina podés tener unos waffles".

La idea era fantástica.

Invertí todos mis ahorros en contratar un programador y todo lo necesario para llevar a cabo algo que obviamente para un estudiante de abogacía como yo era imposible. Pero no se la vendí a nadie.

Hasta que me di cuenta qué era lo que faltaba. Había estado en mi inconsciente todo el tiempo, cada vez que me imaginaba mi invento pero no pensé que fuera lo que haría la diferencia. Había pensado hacerlo de esa manera exclusivamente para mi versión personal pero resultó que era el elemento clave para todo el mundo.

Eliminé la voz robótica generada por computadora que le había puesto originalmente y en su lugar grabé a Marita, la madre de Carlitos, mi mejor amigo, mi hermano del alma. La voz que siempre nos recibía cuando llegábamos de la escuela y nos preparaba la merienda y le preguntaba a Carlitos cómo le había ido en el día. Y lo consolaba cuando a Carlitos lo habían agarrado de gil. Y se enorgullecía cuando a Carlitos lo había felicitado la maestra. Y lo ayudaba con los deberes. Y estaba para lo que Carlitos necesitara.

Era esa voz, suave, calma, lo que hacía que una heladera que hablaba fuera una presencia cálida en la cocina de un hogar.

Soy millonario y no me avergüenza decirlo. Vendí una idea que se me ocurrió a mí solo a un fabricante de heladeras que supo que se iba a forrar.  

Juro que el hecho de ser huérfano no tuvo nada que ver en esto.