martes, 20 de noviembre de 2012

Lateral mordedor

- A ver oficial, ¿qué tenemos?, ¿me puede explicar qué carajo hacemos acá?

Quien tiene la palabra es el Juez Letrado don Carmelo Pertuzzi.

Tiene casi 80 años. Nació en Contreras y a los 18 partió rumbo a la capital a estudiar en Facultad de Derecho. Por problemas familiares tuvo que volverse al pueblo habiendo cursado solo hasta tercer año. Como la ley permite que en pueblos como ése el juez no esté recibido ni haya hecho carrera en la magistratura, consiguió ese puesto y ya lleva casi 60 años cumpliéndolo.

Es muy conocido en el foro de todo el país, inclusive en la capital, por su peculiar forma de impartir justicia. No le da mucha pelota a las leyes sino que falla por lo que él piensa que es justo y chau. Una de sus anécdotas más conocidas es de la década de los 90. Ya hacía varios años que se había aprobado un Código General del Proceso para toda la República. Fue un ejemplo de ley procesal para todo el continente: una ley que establece cómo se tramitan todos los tipos de juicios, qué pruebas se admiten, qué recursos se pueden interponer, etc. Esto supuso una reforma que fue muy novedosa, y vino a revolucionar todo el ambiente judicial del país. Tenía muchos cambios respecto del régimen anterior por lo que debieron darse cursos y charlas y se editaron cantidad de libros explicando las novedades. 10 años después de entrar en vigor, un abogado de la capital le regala una edición del C.G.P. de tapa dura al Juez Pertuzzi. Precioso ejemplar, de esos que adornan lindo la biblioteca. Unos meses después, se vuelven a encontrar y el Juez le comenta: “El Código ese que me regaló… Interesante el librito.”.

Es el último juez lego que queda en el país. Y hoy está enojado.

Es lógico que esté enojado: es media tarde de un domingo de febrero y al hombre lo convocaron por un asunto penal. Esa es la macana del Juez Letrado en el interior: tiene que ocuparse de todas las materias y por tanto está de turno en materia penal.

- “Domínguez Acosta, Carlos J. – Lesiones personales –“, recitó el policía leyendo la carátula del expediente.

- ¡¿Carlitos?! ¿No lo habíamos declarado inimputable ya?

- No, Dotor. – Obviamente que lo llaman Doctor aunque no es abogado. En el interior igual le dicen Contador al que estudia 6° año de Economía en Bachillerato. -. - Es lento pero no llega a retrasado.

- Bueno, a ver, cuentemé qué hizo ahora. Pero sea rápido.

El milico del pueblo, que como buen milico le gustan los formalismos y como buen milico de pueblo donde no pasa nada le encanta darle color a todo, empezó:

- Mire Dotor, lo que tenemos acá es la acusación del Ministerio Público a instancias del damnificado contra Domínguez Carlos…

- Carlitos.

- Sí, Carlitos. De haberle provocado lesiones graves en omóplato izquierdo, hombro izquierdo, nuca y zonas aledañas al damnificado.

- Pero, esto ¿a qué hora fue?

- A las 11:48 de la mañana, Dotor.

- ¿Y a esa hora no estaban todos en el partido de fútbol de la Liga Amistad?

- Es correcto Dotor, fue en el marco de esa justa deportiva entre Contreras y Coronel Aguirre que se sucedieron los hechos.

La Liga Amistad es un campeonato de fútbol amateur donde compiten todos los pueblos del departamento. De “amistad” tiene muy poco pero lo de hoy fue algo insólito.

- Muy bien. Ya me cagaron el domingo. Haga pasar a los testigos.

Uno a uno fueron desfilando los 22 titulares, suplentes y directores técnicos de ambos equipos a declarar, calientes como un chivo todos porque hacía más de dos horas que tendrían que estar comiendo el asado post partido y estaban demorados en el juzgado por un pelotudo.

Todos coincidían en afirmar que efectivamente el indagado (Carlitos para los del pueblo, el retrasado mental del 4 para los del equipo rival) de la nada se la había agarrado con la víctima, prendiéndosele desde atrás a piñazos y mordiscones.

El Juez ya no tenía ninguna duda de los hechos pero no podía entender. Carlitos era un buen pibe. Cortito, pero bueno. Y para peor lo iba a tener que procesar con prisión. El pajero de Carlitos tenía antecedentes. Por ultraje público al pudor. Los pelotudos del bar lo hicieron pelar la chota una tarde en la plaza del pueblo y justo pasaba por ahí la maestra, quien, como funcionaria pública, tuvo que denunciarlo.

- Oficial, haga pasar al indagado.

Carlitos, como todo el resto seguía con la camiseta del cuadro puesta, número 4 en la espalda. A diferencia de todo el resto él seguía con los zapatos de fútbol puestos y al entrar a la sala de audiencias casi se resbala y se mata.

- Sentate ahí quietito, Carlitos, y contame qué pasó.

- Nada, Dotor, uno hizo lo que se le pidió. El partido venía trabado y era cuestión de meter un gol y colgarse del travesaño. Encima nos faltaba gente así que si le sacábamos un empate era un buen resultado. Nosotros ganábamos un punto y ellos perdían dos. Pero el partido se empezó a dar vuelta y los teníamos ahí. Estaba más dulce que salado para nosotros.

- Marita, no tomes nota de esto. Carlitos, ¿vos sos boludo? ¿De qué me hablás? Lo mataste al petiso de Coronel Aguirre.

- Sí, Dotor, pero la culpa la tienen Vargas, Estévez y el Director Técnico, Antúnez.

- Ah sí, no me digas. ¿Y cómo es eso? Estévez no vino a declarar porque me dijeron que está enfermo.

- Usté sabe que en la Liga Amistad la intención es que juguemos todos. Y Estévez es el suplente de Vargas, el lateral izquierdo. Como le digo, es culpa de Estévez que no vino porque está en cama. 

- Sí, ¿y entonces?

- Y la cosa Dotor es que va Vargas y se lesiona a los 30 del segundo tiempo.

- ¿Y qué tiene todo eso que ver?

El Juez ya se salía de sus casillas y tenía ganas de zamarrear al boludo de Carlitos.

- Que en eso va el D.T. y me llama a mí para entrar en lugar del lesionado Vargas.

- Ajá.

- Y usté sabe que yo soy un lateral más bien de marca, más de morder, cortar y entregar.

- Sí, Carlitos, sé que sos un lateral raspador.

- Y la verdá que no tengo mucha llegada como quien dice.

- No, claro, se entiende.

- Pero como le dije, el partido se había puesto lindo pa' nosotros. 

. Había que salir a buscarlo, imagino.

- Exacto. Entonces ahí, Antúnez, el ténico, lo conoce a Antúnez, ¿no?

- Sí, Carlitos, lo conozco a Antúnez.

- Ahí va. Entonces Antúnez me agarra y me dice bien clarito antes de entrar: agarralo al petiso que juega de lateral derecho, ¿lo ves?, al 15, ¿lo ves bien? Bueno, agarralo y comele la espalda. ¡Comele la espalda!

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ideología

- Abuelo, ¿por qué nosotros no somos hinchas del Pororó o el Lagrimal como todos en la escuela?

- Acá en Contreras somos pocos y nos conocemos. Esos son todos unos nabos que toman cerveza con esprai porque está de moda. Nosotros tomamos grapa con limón bien servida.

El botija, con sus 8 años a cuestas y sin dejar de agitar el banderín del Porvenir, no entendió absolutamente nada, como era de esperarse.

- No entendí abuelo.

- Eso m'ijo: ser hincha de cuadro chico es lo mismo que tomar grapa con limón. Es áspero, pero le da sus alegrías.

- Aaaaahhhh...

El viejo, en un arrebato de lucidez, se dio cuenta que el nieto seguía sin entender mucho el concepto.

- Mire, m'ijo, ser hincha de cuadro chico es sacrificado. Pero cuando vienen las alegrías, ahí sí que es lindo. Ganarle al eterno rival. ¿Vos te acordás el asado que hizo tu viejo el año pasado cuando le ganamos a Resistencia que hasta vinieron algunos de los jugadores? O sacarle un empate a uno de los grandes. O entrar a una liguilla. O por'ái salir campeón de un torneo corto antes que la Asociación cambie las reglas.  Porque es muy fácil salir campeón con toda la plata del mundo, pudiendo contratar a todos los jugadores que se quiera. 

- Pero no le ganamos a nadie - le espetó el niño con la sabiduría de la infancia. 

- Mijito, sepa esto y grábeselo en esa cabeza suya: algunos tenemos que perder para que otros ganen. 

Siguieron caminando, el viejo cada vez con la cabeza más gacha, pensativo. El Club Social y Democrático Porvenir de sus amores había vuelto a perder. Seis fechas y solamente dos puntos producto del mismo número de empates. Esta iba a ser otra temporada como las de los últimos años. Peleando contra el fantasma del descenso.

- ¿Sabe qué vamos a hacer? No lo voy a llevar a su casa todavía. Igual, su padre no volvió de trabajar. Vamos a parar en el boliche y usté se va a tomar su primera grapa que ya está en edad.

Entraron en el Bar Misiones, el abuelo saludó a los parroquianos y con el pecho hinchado le dijo al gallego:

- Gallego, serví dos grapitas con limón que hoy mi nieto va a hacerse hombre y aprender lo que es ser hincha del glorioso Porvenir".

Para suerte del botija, antes de que hubiera pasado el primer trago el abuelo ya estaba sentado en la mesa donde tantas veces lo había visto, con los mismos viejos de siempre. Así pudo devolver esa bebida inmunda a la copita y sacarse el gusto de la boca chupando el limón que venia en el plato.

- ¿Fuiste a la cancha?

- Fuimos sí con el gurí.

- ¿Y?

- Perdimo'. Otra vez. Yo no lo puedo creer. Eran unos muertos pero nos pasaron por arriba. Vos no fuiste.

- No, ya te dije que mientras esté Farías de técnico no voy más a la cancha. Al Porvenir lo tiene que dirigir alguien de Contreras, no un extranjero. Encima este hijo de una gran puta viene a experimentar con nosotros y juega al achique. Así no se puede.

- Ni me hablés mirá. ¿Y vos Goyenola?

- No, yo al Porevir lo sigo siempre. Pasa que hoy tuve el cumpleaños de mi nieta. Lo festejaron en mi casa y no pude zafar.

En eso ven venir al abonado a la cuarta silla de la mesa que hasta entonces estaba vacía.

- ¿Qué hacés Lui'? Vení, sentate.

- ¿Qué dicen muchachos?

¡¡¡Epa!!! ¿Y esa cara, qué pasa hermano?

- Nada, estoy destrozado.

- ¿Pero qué pasó?

- Mi hijo el más chico.

- ¿Qué pasa con el Adrián? Si le está yendo fantástico.

- Es comunista.

- ¿Cómo que es comunista? 


- Así como lo oís. 

- Pero no puede ser. ¿Tas seguro vos? Si está pal fúbol él. 

- Bueno, seguro, seguro, no. Pero es lo que sospechamos con Marta. 

- Pero escuchame, Luis. Tu hijo es jugador de fóbal. Y ya sabemos que los jugadores de fúbol no le dan bola a la política. Además, él la está rompiendo en la primera del Pororó. No precisa más nada.

- Y bueno, eso mismo. Ahí descubrieron que le pegaba con la izquierda y ahora le dicen "el Zurdo". Me quiero matar.