- ¿Y Gordo? ¿Sale ese chori?
- ¿Por qué no me agarras este chori, puto?
- Dale gordo sorete. Siempre lo mismo. Dos horas pa’
empezar a comer. Ya estamos todos en pedo.
- ¿Por qué no hace otro el asado?
- Porque te gusta hacerlo a vos.
- Yo lo hago porque nadie más lo hace.
- Dejá, Gordo. Si se pone otro a hacerlo te le parás al
lado, no dejás de criticar y a la menor oportunidad agarrás la pala, arrimás
unas brasas y ya nadie te saca de ahí.
- Chupame la pija, puto.
- Dejalo en paz al Gordo que si no, no comemos más.
- Te salvás gordo puto.
- Vo, ¿saliste con la minita esa?
- Sí, ayer.
- ¿Y?
- Bien. Ahí, qué se yo.
- ¿A dónde la llevaste?
- Al boliche nuevo, el que abrió el mes pasado. Donde
trabaja el Tío.
- ¡¡Apa!! ¿Y cómo está?
- Está buenísimo… para ir solo. Lleno de minas.
- Tenemo’ que ir.
- Sí, si te dejan. El asunto es que te rompen el orto.
200 mangos una cerveza. Me quise hacer el coso y me salió carísima la jugada.
- Y…, si te gusta el durazno bancate la pelusa. Ta’,
¿pero te fue bien entonces?
- Yo que sé. Mirá, me puse la camisa de la suerte que no
falla nunca.
- No puedo creer que todavía tengas esa camisa, hijo de
puta. La compraste en el 96.
- Sí, fue de las pocas que no me tiró Vero.
- ¡¡¿Vero?!! ¿Después de lo que te hizo la yegua esa le
decís Vero?
- Te dije que sos un putito.
- Vos callate Gordo. Y pa vos, ¿qué querés que haga? Me
dejó hecho bosta la muy hija de puta.
- Sí, ya sabemos. Bueno, dale, seguí contando. La minita
esta, ¿de dónde la sacaste?
- Es amiga de Dani. Laburan juntas.
- ¿Y está buena?
- Fuertísima.
- ¡Buena, tigre! Siempre comiendo con oliva vos, eh.
- Es muy linda de cara.
- ¿Y? ¿Comiste ahí?
- No… tranqui. Viste cómo son las minas bien. Hay que ir
suave.
- Jeropa, eso era en nuestra época. Ahora las minas van
pa’delante. Además, tenés 30 mostro.
- Bueno, yo qué se. Hacía años que no salía con una mina.
Perdí el training. Pero le abrí la puerta del auto. La puse en el ángulo.
- ¡¡¡¿Qué?!!! ¿Ves que sos un putito?
- Callate Gordo, dejalo contar.
- Nada, eso: la pasé a buscar por la casa, me bajé y le
abrí la puerta del auto para que subiera. La maté. La mina quedó muda. La
agarré a contrapié y metí un golcito ahí.
- Tiene razón el Gordo, sos un putito. Eso no se usa más
valor. Encima con tu camisa a cuadros y tu idea de esperar a salir tres veces
para tirártele arriba, va a pensar que sos un goma. Bueno, ¿y?
- Nada, charlamos, yo que sé. Tiré algún encare pero me
la tiró al corner.
- ¿Quedaste en orsai?
- Sí, más o menos. Pero culminé bien la jugada.
- Te la cogiste entonces.
- No tarado, pará. Te digo que es una mina bien. Me
gusta.
- Sos un putito.
- Chupame la verga.
- En serio te digo master. Ahora las minas van más
rápido, quieren masita. No quieren franelear. Y más una mina grande. Me habías
dicho que tenía como 28, ¿no?
- Sí.
- Y bueno hermano, prendele cartucho. Las minas ahora
quieren eso.
- ¿Y vos cómo sabés todo esto?
- Y bueno, sé.
- ¿Y la Ceci sabe que vos sabés todo esto?
- Ta' bien, me cuentan los pendejos del laburo.
- Aaaaah, jeropa. ¿Viste como a vos también te tienen
agarrado de los huevos?
- Otro putito.
- Dale Gordo, sacá esos chori hermano. ¿Y, en qué
quedaste con la mina?
- La semana que viene hay revancha.
Para conocer otras versiones de esta historia se puede leer Breve relato de amor y Querido Diario.
Lleno de putitos.
ResponderEliminarEsos son mis grupos de pertenencia...
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