lunes, 13 de febrero de 2012

♫ Usteeeeed, preguntará qué carajo hago ♫

Siempre me gustó escribir. Capaz por eso me hice abogado. O capaz que fue al revés, estudiando abogacía me empezó a gustar escribir. O no; capaz no tiene nada que ver.

De todas formas, los abogados nos la pasamos escribiendo historias, contando cuentos. A veces contamos la trágica separación de una pareja, cómo él abandonó el hogar conyugal para irse con otra yegua y cómo no le pasa plata a los hijos habráse visto.

Otras veces narramos el pobre drama del comerciante que invirtió todo su capital en poner una cancha de pádel y de cómo se fundió dejando adentro a todo el mundo, incluido el vendedor de pelotitas.

A veces, cuando conseguimos buenos clientes, podemos tener un apasionante thriller sobre intrigas y espionaje corporativo. Bueh, no sé, seguro a alguno le pasa.

El problema con todo esto es que la historia que contamos está destinada a convencer a alguien de que tenemos razón. Los escritos que hacemos no están destinados a sacar sonrisas o a hacer reflexionar o a enternecerse.

Para eso supongo que estarán estas bitácoras. Y porque tengo ganas voy a seguir escribiendo un poco. 

Y si las cosas no caminan, seguiré por el derrotero natural de los abogados: devengaré en periodista deportivo o peor, incursionaré en la política.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pase doña, mire que no molesta.